BEETHOVEN, Ludwig van

CONCIERTO EN RE para violín y orquesta, op. 61

El autógrafo de este concierto lleva una dedicatoria al violinista Franz Clement, que lo estrenó el 23 de diciembre de 1806, la cual dice así: «Concerto par clemenza pour Clement». Fue compuesto en una de las épocas de mayor fecundidad del gran músico, entre las sinfonías cuarta y quinta y al mismo tiempo que los célebres «Tres Cuartetos» op. 59. En 1807 el mismo Beethoven hizo una transcripción para piano y orquesta.

Es este el único concierto para violín que se conserva del genio de Bonn, ya que existen sólo indicios de que le hablan precedido unos esbozos de otro «Concierto» en do mayor que probablemente jamás llegó a tomar forma. Lleno de infinita belleza puede considerarse como la consagración del modelo definitivo clásico a su máxima perfección. Así nadie, excepto Brahms, ha podido igualarle ya en otro «Concierto» en cuanto a la magnificencia de la orquesta, si bien éste, en su «Concierto en re», op. 77, sigue paso a paso la forma beethoveniana. Se caracteriza por la profundidad humana de su inspiración y sobre todo por la energía, nobleza y virilidad de sus melodías.

 Allegro ma non troppo: Precede una amplia exposición a cargo de la orquesta que responde a cuatro golpes del timbal con el primer tema a cargo del oboe. Se oye repetidas veces a la cuerda que ataca persistentemente el re sostenido como intentando una arries gada desnaturalización de la tonalidad, Una enérgica conducción irrumpe bruscamente para presentarnos el segundo tema, por toda la cuerda, cerrando con una frase conclusiva este primer período. Ataca el violín en octavas, realizando mediante arpegios y floreos, antes de comenzar la exposición de tema al guno, una afirmación tonal, típica en los conciertos y sinfonías beethovenianas. Encontramos primero la exposición de los temas que, a su vez, es una repetición variada de la parte del tutti inicial. El violín glosa el primer tema, en una conducción en enérgicas octavas y en el segundo tema se esconde para que la orquesta pueda darle todo el relieve necesario mientras, en segundo término, desgrana un maravilloso bordado como acompañamiento. Después de prolongados trinos acaba esta primera sección. Sigue un amplio desarrollo a cargo de la orquesta sola al final del cual se establece una importante modulación para que el violín repita la primera sección como reexposición, esta vez en do mayor. Acaso en este segundo solo es donde en este pri­mer tiempo el violín llega a su máximo liris­mo. Después de un breve tutti para preparar la cadencia, este movimiento termina en una coda en la que todavía es dable oír el tema principal.

Larghetto: En forma de lied variado res­ponde al modelo de Havdn, del diálogo, como típico de los segundos tiempos en todo concierto. Sin embargo, Beethoven tuvo sumo cuidado en evitar la mínima oposición entre el solista y la orquesta, antes bien, es el tiem­po en que la parte del violín «sirve» más a todo el conjunto. Diez compases componen la exposición del tema a cargo de la cuerda. Entra el violín, siempre glosando la melodía, que repiten tres veces el clarinete, el fagot y al fin, toda la orquesta sola. Después de un recitativo con el violín en primer plano sigue una frase intermedia, y tras una corta repeti­ción termina el tiempo en una breve coda la cual conduce a un acorde preparatorio para la cadencia que da entrada al tercer tiempo que ataca sin solución de continuidad.

Rondo allegro: Un tema principal enér­gico y alegre es expuesto dos veces por el violín, primero sobre la cuerda y luego sobre la prima. Responde la orquesta sola una vez y después de un pasaje de transición, da paso primer tema intermedio con sonoras dobles cuerdas hasta que vuelve a aparecer el tema principal con el mismo tratamiento que la primera vez. A continuación un segundo tema intermedio consiste en un pasaje de delicado lirismo en el que el violín va sucesivamente enunciando para realizar la misma operación que hemos visto en el primer tiempo, dejando paso al fagot, al que acompaña de manera sublime. Es este pasaje acaso el que trasciende mayor inspiración de todo el Concierto. La reexposisión viene a seguido dando paso también al primer tema intermedio tratado esta vez en tono distinto, aunque rítmicamente persiste casi inmodificado. Después de unos trinos prolongados, empieza la preparación de la cadencia que con nuevos trinos vuelve a fundirse a su terminación con la orquesta. Una coda brillantísima parece poner fin a este tiempo, mas antes de terminar vuelve a disminuir la orquesta hasta perderse casi para dejar paso al violín que, solo, cierra el cielo del rondo con una alusión alegre al tema principal de todo el tiempo.